Yo no era nada,
pero tu me hiciste príncipe.
El príncipe de un cuento.
El adalid de las Virtudes,
el representante del
amor sin dueño.
Yo no era nada,
pero tu me hiciste eterno.
Me modelaste de arcilla
como mundano Adán,
que no vio a Dios sino
a tu figura, etérea maravilla,
no hecha de carne sino de sueños.
Yo no era nada,
pero tu me diste vida.
me hiciste leyenda,
me coronaste de lilas,
me prometiste la existencia.
Más yo era nada.
La nada solo puede ser nada.
Ha llegado el invierno, el invierno
de nuestro cuento,
y con el la lluvia, y la nevada.
Se derrite mi arcilla y
me hago ungüento.
Caído en la calma del olvido,
más el olvido no me calma.
Ya no soy príncipe,
ya no porto capa y espada,
ni el cáliz de tus besos,
ni el fuego de tu mirada.
Y es que aquello era un cuento,
pero un cuento sin hadas .
Un cuento real donde
algo es algo, y yo soy nada.