Como la miel que derrite mis labios al rozar tu cuerpo.
Un alambre de espinas, una profunda fragancia,
una luz en la noche, una luna y dos cuerpos,
una tregua en el coche, una noche sin calma.
Cambias las reglas, bebes el aire y respiras el agua.
Cuando mandas obedeces y cuando obedeces mandas.
Tuyo el sol, tuyo el cielo, tuyos los mares
con sus veleros.
Y a veces estas donde no debes,
y a veces debes estar y no apareces.
Y es que eres puro éter,
sustancia de sueños, dulce ambrosía.
La fugacidad de un recuerdo.
Y de recuerdos me alimento y
los lamentos son mi recuerdo.
Fuiste estatua de sal y
la lluvia te arrastró al mar.
A un océano de pensamientos.
Fuiste mi veneno y mi antídoto,
fuiste una flor rara.
Una rosa de espinas cargada.
Un cuento triste, una habitación sin ventanas.
Una droga para el cuerpo.
Una droga para el alma.
Y ahora que no estás, se me hacen las horas largas.
Quizá bueno, quizá malo, quizá amargo.
Sin ti respiro, sin ti me ahogo, sin ti me falta algo.