lunes, noviembre 15, 2010

La canción de los reveses

Como una ráfaga de viento en pleno invierno.
Como la miel que derrite mis labios al rozar tu cuerpo.
Un alambre de espinas, una profunda fragancia,
una luz en la noche, una luna y dos cuerpos,
una tregua en el coche, una noche sin calma.

Cambias las reglas, bebes el aire y respiras el agua.
Cuando mandas obedeces y cuando obedeces mandas.
Tuyo el sol, tuyo el cielo, tuyos los mares
con sus veleros.

Y a veces estas donde no debes,
y a veces debes estar y no apareces.
Y es que eres puro éter,
sustancia de sueños, dulce ambrosía.
La fugacidad de un recuerdo.

Y de recuerdos me alimento y
los lamentos son mi recuerdo.
Fuiste estatua de sal y
la lluvia te arrastró al mar.
A un océano de pensamientos.

Fuiste mi veneno y mi antídoto,
fuiste una flor rara.
Una rosa de espinas cargada.
Un cuento triste, una habitación sin ventanas.
Una droga para el cuerpo.
Una droga para el alma.

Y ahora que no estás, se me hacen las horas largas.
Quizá bueno, quizá malo, quizá amargo.
Sin ti respiro, sin ti me ahogo, sin ti me falta algo.